Hoy se cumplen 16 años de la declaración a cargo de la Asamblea General de las Naciones Unidas que conmemora para esta fecha el Día mundial de la Justicia Social. La ONU instauró el día reconociendo que el desarrollo social y la justicia social son indispensables para la consecución y el mantenimiento de la paz y la seguridad de las naciones.
La primera reflexión que me viene está precisamente relacionada con esa visión de la ONU orientada a que conceptos como la reducción de la pobreza, la búsqueda de una mayor equidad, la disminución de desigualdades sociales, tengan como principal objetivo mantener la paz y la seguridad.
Y no me llama la atención porque no me resulte importante cualquier contribución que se pueda hacer a la paz o a la concordia entre pueblos y naciones. Pero expresado en esa forma, el principal objetivo lo emparento con una intención de mantener cierto status quo. En donde nada explote, pero no necesariamente en el que se accione para que se generen cambios profundos.
Me parece que cuando hablamos de Justicia Social, lo que debería movilizarnos es un potente deseo en pos del desarrollo de personas, comunidades y de sociedades en su conjunto. Para que no convivan ciudadanías de primera y de segunda. Y donde cada habitante pueda acceder a derechos tan básicos como la alimentación, la salud, la educación y una vivienda digna.
Pero es claro, que mi mirada, que seguramente es compartida por millones de personas en el no es la que más incide a la hora de planificar un mundo con mayor Justicia Social. Porque si fuera así, nos indignaría que una sola Nación vote un presupuesto de Defensa de 858.000 millones de dólares para un año. El contraste con el valor de la canasta alimentaria anual para una familia en nuestro país: USD 2.200, es tan impactante que me exime de profundizar más en este análisis.
Sin embargo, tampoco es potestad exclusiva de los Gobiernos o Estados, la falta de alineación entre lo que se declara o declama y lo que se aprecia claramente con la simple observación de los planes y políticas que se implementan. Me produce una especial tristeza cuando constato una y otra vez, la poca predisposición que la gran mayoría de las empresas tienen para internalizar que comunidades con mejores niveles de desarrollo, casi con seguridad, generarían un círculo virtuoso que expandiría las posibilidades de negocios y sus rentabilidades. Y esa negación es casi un rasgo común independientemente de su núcleo de negocios, de su escala o de su madurez organizacional.
Y antes que se empiecen a formar grandes grupos de detractores a lo que humildemente estoy tratando de compartir en estas líneas, voy a expresar también, pese a mi rol de Director Ejecutivo de una organización social, mi más profunda decepción con un gran universo de instituciones del denominado tercer sector que se debaten entre llevar adelante buenas intenciones, pero generar muy bajo impacto, hasta la administración de grandes presupuestos enfocados principalmente hacia la subsistencia de la propia organización, distanciándose de su causa o de las problemáticas que primigeniamente motivaron su constitución.
No obstante, todo lo expresado, estoy seguro que el anhelo de un mundo con Justicia Social es un deseo legítimo y noble. Y a pesar de la indignación la tristeza o la decepción que nos pueda devolver el espejo de la realidad que nos ha tocado vivir, hay un gran espacio para propiciar un desarrollo global con mayor equidad e integración. Con mejores oportunidades para cada habitante de este planeta.
Estoy convencido que buena parte de esa solución se seguirá forjando desde la participación individual, impulsando espacios colectivos y colaborativos.
No podemos solamente alzar nuestra voz de queja por lo que no resuelven los Gobiernos o los Estados, o simplemente sentarnos a quejarnos sistemáticamente de la supuesta ausencia o insuficiencia de responsabilidad social del sector corporativo. Y tampoco podemos oscilar pendularmente entre nuestra admiración y el escepticismo que como sociedad hemos construido alrededor de lo que se desarrolla desde las organizaciones no gubernamentales.
Con la mirada crítica no alcanza. Practicar un análisis fiscalizador o tener un espíritu censor del mundo que nos rodea, no va a permitir que por sí sola se empiece a transformar la realidad.
Se necesita empezar a participar activamente en cada espacio que se pueda ocupar que apunte hacia una forma de vida menos egoísta e individualista, que no considere a la justicia social únicamente como un medio para la construcción de la seguridad o la paz de los que mejor viven.
La Justicia Social debería ser apreciada como una situación de bienestar colectivo. Y dicha situación tendría que ser ambicionada como un resultado lógico del desarrollo de la humanidad. Mientras no podamos vivir en un mundo con esas condiciones de equidad (y la mejor forma de constatar que desgraciadamente esto es cierto, es la Declaración del Día Mundial de la Justicia Social) siempre podremos ser interpelados y tendremos una deuda para con el otro.